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Duque

Duque published on

Hoy he visto a Duc (Duque) caer de una furgoneta mientras paseaba con los perros. Duc es un labrador, o un golden retriever o… tanto da, Duc es un perro. Tiene doce años. Lo sé porque me he parado a mirar, pensando que podia estar pasándole algo malo, sabiendo que si era eso, probablemente no haría nada (el problema de ser un cobarde, supongo). Lo sé porque le he visto la cara a su amo (todavía llamamos así a los que tenemos… vivimos con perros). Lo sé porque he hablado con él.

No suelo hablar con desconocidos, y menos cuando creo que pueden tener problemas. Pero no he podido evitarlo, el hombre estaba roto, y necesitaba hablar con alguien. Supongo que también me ha visto llegar, con los perros, a ver qué pasaba, y debe haber pensado (con razón, pobre hombre) que yo creía que le hacía daño al perro.

Sólo le ha abierto la puerta. Duc ha caído porque le fallan las piernas (las patas de detrás, dicen los que no «tienen» perro), y al bajar no lo han sostenido.

Hace menos de un año, Duc y su amo (su amigo), caminaban tres horas diarias por los campos y bosques de los alrededores del pueblo. Ahora apenas le puede ayudar a subir a la furgoneta para cruzar el medio pueblo que le separa del parque. Allí caminan diez minutitos, a paso muy lento.

Duc camina, huele, mea, huele, caga, huele, sigue caminando y oliendo. Con paso tranquilo, sin quejarse.

El hombre está roto. No sólo porque sabe que Duc pronto tendrá que irse. Está roto porque tiene ochenta y un años. Y sabe que si acoje otro perro, él morirá antes y… «no quiere cargar a nadie con el perro cuando él no esté». Está roto porque sabe que pasará los últimos años de su vida sin perro. Con la mujer, pero sin perro. Con hijos, probablemente, pero sin perro.

Si no vives con un perro, probablemente no entiendes de qué estoy hablando.

Hasta la vista, Duc. Se te echará de menos.

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